“Kito-san, por favor, ¡venga inmediatamente!”
Recibí la llamada del hospital en mi lugar de trabajo. Arrastrada por el pánico, corrí al hospital todo lo rápido que pude. Apenas puedo recordar cómo lo hice.
Me abrí camino entre el médico y el grupo de enfermeras que estaban alrededor de la cama de Aya…
“¿Qué ha pasado?”, grité.
Aya estaba respirando como si tuviera hipo, pero sonrió cuando me vio. La abracé al instante pensando, “¡Dios mío, está viva!”.
El doctor me dijo que una de las pacientes de su habitación se había dado cuenta de que Aya se estaba ahogando porque no podía deshacerse de una flema que tenía en la garganta. El paciente se lo dijo a una enfermera. Ellos le administraron un tratamiento de emergencia y salvaron su vida.
Debido a una serie de problemas menores, fiebre y problemas al tragar, la condición de Aya se deterioró rápidamente. Fue como si bajara las escaleras de un salto. Por aquel entonces, su escritura se volvió distorsionada y casi ilegible.