Pairing: Takahisa Masuda x Tegoshi Yuya; Ikuta Toma x Tegoshi Yuya; Tomohisa Yamashita x Ryo Nishikido
Capítulo 04/--: Secuestro
Resumen:
Capítulo 04/--: Secuestro
Resumen:
A veces un pequeño descuido puede causar dos cosas, o un momento de felicidad, o una tragedia.
Capítulo 04:Secuestro
—¿Café? —colocó la taza cerca de su nariz—. El bello
durmiente, ¿no quiere café? —insistió riendo bajito.
—¡Pi! —suspiró, abriendo apenas un ojo y mirarlo—. ¿Ahora me
quieres hacer café dependiente? —sonrió, sentándose correctamente sobre el
sillón—. Hmm… ya lo huelo —agregó, tomando la taza entre sus manos.
—No quiero que dependas del café, quiero que dependas de mí
—le contestó, acercándose a su cuerpo para así besar dulcemente su frente. El
joven de Osaka sonrió.
—Claro, ahora sos dulce conmigo —sopló su café esperando que
se enfriara un poco—. Bien que anoche te
comportaste como un masoquista conmigo y con mi cola —hizo un puchero,
mirándolo.
—Cuando quieres sos un pervertido Ryo-chan —besó sus labios.
—Sólo con vos lo soy, aunque ahora sufra las consecuencias
—sonrió dejando la taza de café sobre la mesa donde se encontraba su
computadora, para rodear sus brazos en su cuello—. Solo con vos soy así, y te
entregaría mi cola las veces que quieras —le susurró en su oído, mordiendo el
lóbulo de su oreja.
—Ahh Ryo, no sigas… —jadeó,
abrazándolo.
—Ya se me puso dura —susurró con la voz ronca—. Calmame Pi…
Calmame… ahora… —dijo por demás de excitado.
El sonido de teléfono celular hizo que se sobre saltara. Pi
sonrió al verlo.
—Parece que quedaste profundamente dormido y no solo eso —señaló a su entrepierna,
entregándole luego su móvil—. Creo que una muchacha te volvió completamente
loco —rió apenas, volviéndose a sentar enfrente de la computadora.
—Sí, muchacha… —bufó Ryo, dirigiéndose al baño mientras leía
el mensaje recibido. Regresó al sillón una vez que su erección ya no era
notoria—. Tegoshi dice que tiene sueño.
—Es un idiota —rió, intentando contactarse con su amigo
perdido vía e-mail—. Qué curioso —murmuró, llamando la atención de Ryo—. Ikuta dice que hoy piensa secuestrar a
Tegoshi, por lo que no nos preocupemos de su paradero —rió apenas.
—Digamos que Tegoshi va a tener más sueño, ¿no? Digo,
siempre que estuvo con Toma era más lo que estaba despierto a lo que dormía,
quizás ahora estando con Massu, tomó su ritmo.
Yamapi se hincó de hombros.
—Quien sabe, al menos hay que verle el lado positivo a
esto—Ryo lo miró intrigado—. Tenemos día libre, ¿hacemos algo?
—Pero… ¿estás diciendo que Ikuta no se va a meter en
problemas? —Pi señaló su celular, sonriendo—.Ya entendí, total, los rescatistas
vamos a estar disponibles —dijo largando una sonora carcajada luego.
—Elemental mi querido Watson —sonrió, cerrando el correo,
poniéndose de pie—. ¿Dónde vamos?
Ryo tomó su celular y sus llaves, lo miró sonriendo—. A un
lugar increíble —concluyó tomando su mano arrastrándolo fuera del departamento.
Aún recordaba su cálido abrazo. Se abrazó así mismo mientras
permanecía en la cama, intentando representarlo lo más real posible. Suspiró,
no era absolutamente real. Miró su teléfono observando la hora. Aún faltaba más
de ocho horas para la llegada de su amigo a su departamento. Marcó un par de números esperando que del
otro lado le contestaran.
—¿Dónde estás o están?
—“En una cita de
parejas”
—¡¿Eh?! —su oyente rió.
—“Creo conocerte lo
suficiente como para decir que estás aburrido y pensando en Ikuta, ¿verdad?”
—Maldigo tu mente, sabelo —sonrió
—“Entonces no te
cuento algo” —una pequeña risa sonó por el auricular.
—¿Qué? ¡Decime! Es sobre Toma, ¡¿verdad?!
—“No, sobre la pronta
extinción de las ballenas azules. La verdad Tegoshi tengo miedo, no sé… Pi me
dice que no se van a extinguir pero yo digo que en pocos años van a
desaparecer” —Yuya suspiró.
—Ryo al grano… Después me contas sobre las ballenas y su
posible extinción.
—“Bueno pero mirá que
me tenes que ayudar, ¡es una causa justa!” —lo escuchó toser—. “Julieta, tu Romeo al parecer va a
secuestrarte, así que yo que vos me pongo el mejor bóxer de todos, no te pongas
uno rotito…”—rió.
—¡Ryo! —se quejó sintiendo sus mejillas arder por su
comentario—. ¿Pero cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo sabes?
—“Se lo mandó al
correo a Pi, pero no sé más nada, ni a qué hora ni cuando, solo eso” —suspiró—.
“Tené cuidado, no te hagas la Rapunzel
cuando tenes un dragón merodeándote”
—Si papi, y mandale saludos a mami también —rió, sintiendo
cómo las células de su cuerpo volvían a revivir—. Bueno, sigan con su cita.
—“Porque te conviene”
—rió—. “Manteneme al tanto si sabes algo
más”
—Sí, no te preocupes —cortó la llamada, suspirando con
ganas.
Su sonrisa se ensanchó levantándose cuan resorte de la cama.
Fue al baño para lavarse la cara. Por fin su momento había llegado, aunque no
sabía en qué momento ocurriría ni cómo, ya que alguna excusa debería ingeniar
para con Masuda. Aún así, debía estar listo, pasara lo que pasara tarde o
temprano.
Miró por la ventana apreciando el paisaje, tan sólo veía una
gran arboleda ante sus ojos.
—No me dijiste al final dónde íbamos.
—No pienso decírtelo hasta que lleguemos a destino
—sentenció, sin sacar la vista en la ruta, mientras sus manos se mantenían
aferradas al volante de su coche—. Salvo que lo adivines —sonrió.
—Estamos chistosos hoy, señorito de Osaka.
—Es mi día libre, vos mismo lo dijiste —rió apenas sin dejar
de conducir.
El sonido del timbre lo sobresaltó. Corrió hacia la puerta
sin perder su sonrisa. Al abrirla no encontró a nadie familiar, sólo un niño de
no más ocho años, entregándole una nota. Desorientado la tomó, sintiendo que su
alma volvía a su cuerpo. Buscó en sus
bolsillos, uno de los tantos caramelos que siempre le compraba a Masuda para
recibirlo en su departamento, y se lo entregó al pequeño a modo de recompensa.
—Buen chico… —palmeó su cabeza, observando la alegría que se
reflejaba en su rostro por tan pequeño acto. Volvió a entrar en su interior,
buscando las llaves y nuevamente, salió hacia afuera—. Toma… Toma… Toma…
—susurró para sí, subiéndose a su coche, yendo al lugar que indicaba aquel
pedazo de papel entregado por el niño.
Estaba oscureciendo, y
la impaciencia se hacía presente en el cuerpo de Yamashita.
—¿Ryo, donde estamos? ¿Falta mucho? —el aludido negó con su
cabeza, estacionando enfrente a unas cabañas.
—No, de hecho ya llegamos —respiró profundamente,
dedicándole una sonrisa mientras detenía el coche—. ¿Te suena? —le señaló la cabaña
contigua a la que habían estacionado.
—No me digas que vas a contarme algo.
—Sí, y no me importa nada —se bajó del coche esperando a que
su acompañante hiciera lo mismo—. La última vez que vinimos acá fue hace cinco
años si mal no recuerdo.
—Exactamente hace cinco años, cuando festejamos tú
cumpleaños y el de Tegoshi —suspiró recordando aquel día en que junto a su ex
banda y Toma, celebraron ambos cumpleaños a la vez, para ahorrar un dolor de
barriga sobre todo en Masuda—. Me acuerdo que la pasamos, más que bien… ¡Qué
buenos momentos eran aquellos!
—También te acordas lo que te dije, ¿no? —lo miró
seriamente, logrando dibujar una sonrisa en el rostro de Yamashita.
—Como si fuera ayer —respondió, metiendo sus manos en los
bolsillos de su pantalón—. Te pregunté a escondidas prácticamente para que
Tegoshi no se pusiera celoso, sobre lo que querías que te regalaras, y vos me
dijiste que querías algo, pero cuando fueras lo suficiente maduro, y además me
acuerdo que me aclaraste, que solo yo podía dártelo —lo miró, negando con su
cabeza entre risas—. ¿Maduraste Ryo?
—No sé si maduré, pero di varios pasos grandes y creo que me
siento lo suficientemente bien conmigo mismo para pedir mi regalo egoísta de tu
parte —Pi solo lo miró—. No te asustes, no es plata —rió tomando su mano,
arrastrándolo dentro de la cabaña.
—¡Ryo! —se quejó aunque la verdad, era que se dejaba llevar
por su persona al interior—. ¡Pero mañana es recién tu cumpleaños, no hoy!
—rió—. Sabes que no me gusta anticiparme a esas fechas, además tu regalo lo
tengo escondido en tu departamento —agregó, ingresando.
—Como si no te conociera, obviamente que mi regalo te lo voy
a pedir mañana.
—¿Eso significa que vamos a pasar la noche entera acá?
—Ajam… te voy a secuestrar como Ikuta lo debe estar haciendo
en este momento con Tegoshi —rió, cerrando la puerta de la cabaña una vez
encendidas las luces.
—Sos terrible…
—Muy terrible que puedo llegar a ser un lobo feroz —sonrió,
tirándose en la cama.
—Hay una sola cama Ryo —dijo observando su interior. A pesar
de los años seguía estando intacta.
—Debería tener más miedo yo, que vos a mí —respondió,
colocando sus brazos detrás de su cabeza, aún recostado.
—¿Por…? —rió, acariciando las paredes, recordando terribles
confesiones que habían sucedido allí dentro—. ¿Vas a declararme por fin tu
amor? —Ryo lo miró sin decir nada—. Cómo
se nota que sos uke —suspiró dándose vuelta, mirándolo fijamente—. Te amo, Ryo
Nishikido y sé que esa erección que
tuviste esta mañana fue por mi culpa.
Ryo sonrió,
apreciando por completo la figura de Yamashita.
Manejó hasta la dirección indicada en el trozo de papel,
recordando que de la ansiedad no había pensado algo para decirle a Masuda
cuando éste regresara y no lo viera. Se negó así mismo, luego lo pensaría,
ahora lo importante era que iba a encontrarse con la persona que más amaba en
el mundo y que solo podía callar lo que su cuerpo a gritos pedía, ser amado.
Yuya estacionó el coche frente a un gran galpón
prácticamente abandonado. Suspiró recordando que ahí se había llevado el set de
filmación del dorama Joker Yurusarezaru Sosakan de su
amigo Ryo Nishikido, y que ahí fue cuando por cosas de la vida, Ikuta le había
pedido de ir a vivir juntos después de casi dos años de noviazgo. Había estado
todo armado, pero no le importó cómo hizo el mayor para llegar a la grabación
ya que él no participó en dicho dorama, sino lo que atesoró desde aquel día fue
el embriagante sabor de sus labios, cuando sus bocas se unieron y sellar ese
momento con un beso. Yuya volvió a suspirar tras recordarlo, saboreándose sus
labios mientras ingresaba al establecimiento.
Su teléfono celular sonó. Sin muchas ganas lo atendió,
aunque el número que se reflejaba en la pantalla era desconocido.
—¿Diga? —preguntó, recostado aún sobre la cama mientras su
compañero se dedicaba a preparar uno que otro sándwich en la cocina.
—“Perdón Ryo, sé que
dije que iba a aguantar hasta diciembre pero…” —su oyente lo interrumpió
sobresaltándose.
—¡¿Ikuta?! —gritó, causando que Yamashita regresara de la
cocina al escucharlo. Se miraron ambos sin entender nada—. Ikuta, ¿sos vos? —puso
su teléfono en alta voz para que su amigo también oyera.
—“Sí idiota, soy yo.”
—suspiró—, “como te decía, no aguanto
hasta diciembre, y como mañana es tu cumpleaños y el de Yuya días después,
quiero verlos aunque no así como estoy… “
—¿Cómo, cómo estás?
—“Ya te dije, después del accidente, algunas partes de mi
cuerpo…”—hizo una pequeña pausa—. “Ryo,
tengo varias cicatrices debido a la ocurrido, aunque estoy feliz por salvarme,
en realidad por darme cuenta con tiempo de lo que iba a pasar, me salvé. Aún
así… No soy el mismo, no quiero que nadie y en especial Yuya me vea así, pero
no lo soporto. No sé si estas cicatrices puedan ser remendadas y no por los
mejores cirujanos del mundo” —suspiró.
—Perdón que corte tan frenéticamente tu momento de
sensibilidad, ¿pero dónde carajo estás ahora? —preguntó con seriedad, tomando
con fuerza la mano de su amigo allí presente—. Ikuta, ¿dónde mierda estás ahora?
—repitió, un poco alterado. Ryo en ese momento sintió cómo una gota de sudor
comenzaba a descender por su frente.
—“En el lugar donde me
hospedo, ¿acaso me vas a decir que perdiste la memoria, y que no sabes el plan
ahora?”
—¡Tegoshi! —gritó, dejando sordo a su oyente—. ¡Tegoshi está
en peligro entonces! —sus ojos son lágrimas amenazando en salir, se posaron
sobre la mirada de Yamashita, sintiendo como sus dedos ya dolían debido a la
fuerza con la que sujetaba su mano.
—“¡¿Qué pasa con Yuya,
Ryo?!” —un síntoma de alteración se podía oír perfectamente en su voz.
—Hoy recibimos un mail, en el cual vos te ibas a encontrar
con la rubia, le avisamos a ella, digo… a Tegoshi y hasta donde sé, estaba
esperándote impaciente que fueras a buscarlo —murmuró como si fuera un secreto.
—“¡¿Qué?! No puede
ser, ¡yo no te mandé nada!”
—¡Lo sé! —contestó alterado—. ¡Caímos en la trampa como
giles con Pi! —agregó sin despejar sus ojos de su amigo ni por un instante—.
Ikuta, creo saber quien fue, pero no sé
donde podría haberlo citado, ¡maldición! —se quejó, enfurecido. Oyó una pequeña
risa del otro lado, sintiendo el propio Ryo cómo su sangre hervía por ese
pequeño acto—. ¡Es serio esto! ¡No te rías! ¡¿Mirá si le pasa algo?!
—“Calma Ryo, no le va
a pasar nada. Si es como decís, el único que pudo hacer algo de ese estilo es
Massu”
—Sí, es el mismo que pienso —lo interrumpió. Yamashita sólo
se dedicaba a oír, intentando descifrar el porqué de ese mail, si a fin de
cuentas, los únicos que tenían acceso eran ellos tres, ni siquiera Yuya podía
acceder.
—“Por lo tanto, Massu no le va a hacer nada, porque lo ama…”
—Podría violarlo —acotó el joven de Osaka.
—“¿Querés que te mate,
verdad?” —gruñó.
—Era solo una suposición —se defendió, largando un profundo
suspiro.
—“Ryo, hay algo que no
sabes de Yuya, yo estuve en contacto una vez más con él, además de aquel día
que vía Yuya, que obviamente él y yo hablamos con ustedes sobre eso,
resumiendo, una semana después le dije que iba a encontrarme con él más
adelante” —respiró profundo, llenando con aire sus pulmones y así seguir—. “Le di dos direcciones posibles, si lo
citaba a alguna dirección que no eran ninguna de esas, lo obligué a que no
fuera”
—¿Lo obligaste? —Pi apenas rió.
—“Una manera de decir
Ryo, cambiando de términos, le advertí que no iba a ser yo el que lo citara,
por lo tanto si está en algún sitio en este momento, puede ser algunos de esos
dos lugares” —nuevamente hizo una pausa—. “Picarones, ¿están en la cabaña, no?” —rió bajito causando el
sonrojo de sus oyentes.
Yamashita intentando controlar su tono rojizo en sus
mejillas, le sacó el teléfono a Ryo para ser él quien hablara ahora.
—Escúchame Ikuta, sí estamos… Y tengo varias cosas que decirte porque sé cómo
se filtró ese mail —suspiró—. Pero no es el momento ni el lugar, ahora hay que
buscar a Tegoshi antes de que pase algo—. Su voz tomó seriedad—. Y cuando digo algo,
puede ser cualquier cosa. Sé lo que piensa hacer Masuda con todo esto, y sé
también que si no puede contra vos, debe tomar otros medios.
—“Gracias por
calmarme, amigo” —respondió—. “No hay
tiempo entonces, vamos a tener que dividirnos” —objetó.
—¿Cuáles son esos dos lugares, Ikuta?
—“Uno es el set de
filmación de Joker y el otro es el vestuario que se encuentra en la parte de
atrás del Tokyo Dome ese que digamos no usa nadie, bueno excepto yo”—rió
apenas.
—Hmm donde hicieron por primera vez sus cochinadas con Yuya —acotó
Ryo, recibiendo un reto tanto por Yamashita como por Ikuta—. Perdón, tenía que
decirlo —sonrió, cruzándose de brazos—. ¿Y el set de filmación por qué?
—“Qué poca memorias tienes amigo” —rió—. “Ahí fue cuando le
dije de irnos a vivir juntos”
—¡Oh! ¡Oh! Ya recuerdo —respondió, poniéndose de pie en
busca de sus llaves—. ¿Cómo nos dividimos?
—Creo que es mejor que nosotros vayamos al Tokyo
Dome, estamos a unos 10 minutos de allí—dijo Yamashita.
—“Sí, mejor… A mí me queda lejos, yo voy al set de
filmación. Por favor manténgame al tanto. A la mierda todo el secreto, creo que
Massu se nos adelantó” —murmuró mostrando lo enojado e impotente que se
encontraba—. “Llámenme por cualquier
novedad, a mi teléfono, lo voy a entender encendido, total que ahora se filtre
algo, es irrelevante. Quiero a Yuya con urgencia. Nos vemos, ya estoy en camino”
—Nosotros también ya lo estamos —respondió Pi, mientras
tanto él como Ryo, ya encima de su coche, se colocaban los cinturones de
seguridad.
—Mis años de detective tienen que servir para algo —acotó,
encendiendo el motor.
—¡Cállate Ryo y maneja! —respondió Yamashita causando la risa
de Toma quien al instante cortó la llamada.
—Podrías ser más bueno conmigo —sonrió, empezando a manejar.
Su vista se vio opacada por unos instantes por el reflejo mismo que los ojos de
Yamashita tenían enfrente a los suyos. No supo cómo, pero sus labios se unieron
sintiendo la mezcla dulce de sus labios con los suyos—. Te regañaría si hubiera
chocado por hacer eso —respondió, volviendo su vista a la carretera—. Pero por
morir así moriría mil veces más—agregó causando la risa en su acompañante.
—Eso era lo que querías para tu cumpleaños, ¿verdad?
—Te adelantaste, aún no es mi cumpleaños —suspiró sin
mirarlo.
—Tomalo como un regalo por despedir un año de tu vida, el de
tu cumpleaños te lo voy a dar mañana —Yamashita sólo sonrió, acomodándose correctamente
mientras Ryo seguía manejando.
Estaba todo oscuro, sólo podía reconocer algún que otro
instrumento que, después de haber filmado, lo habían dejado allí simplemente
porque ya no les servía. Yuya entró con
pasos sigilosos a su interior, encontrando barriles de petróleo como hojas
tiradas por todos lados. Recordó por unos instantes la escena que se estaba
desarrollando en aquel lugar, antes de la propuesta de su novio. Sonrió,
inhalando todo el aire que pudo en sus pulmones.
—¡Toma! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Toma, mi amor! —repitió
más que feliz. Su cara mostraba la felicidad por estar allí, por poder encontrarse
con su pareja como era debido—. Mi amor,
ya estoy acá, ¿dónde estás? —bajó el tono de su voz al ver que nadie aparecía.
Un par de manos aplaudiendo hicieron que su cuerpo rotara
para observar la persona que se encontraba a sus espaldas.
—¡¿Massu?! —dijo atónito, sintiendo un nudo en su garganta
haciéndose cada vez más y más grande—. ¿Qué… haces… acá? —con su poca voz,
intentó preguntarle.
—Vine a mostrarte que yo soy la persona con la cual vas a
pasar el resto de tu vida, Ikuta Toma a partir de hoy no existe más.
En ese momento supo que esa persona que sus ojos veían, esa
persona llena de ira, enojo y de bronca, no era su amigo de toda su infancia. No.
Realmente no lo era. Quiso desaparecer, salir corriendo, pero a la vez, quería
ayudarlo.
—Massu… por favor…—sintió que sus pies eran un par de rocas.
Imposible moverlas, aún cuando Masuda avanzaba lentamente hacia su lado.
—Massu, Massu, Massu… —se acercó, manteniendo solamente unos
pocos pasos de distancia—. Ahora vas a ver, lo que una persona hace por amor.
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