Pairing: Takahisa Masuda x Tegoshi Yuya; Ikuta Toma x Tegoshi Yuya
Capítulo 01/--: Introducción
Resumen:
¿Qué es capaz de hacer una persona por amor?
Masuda Takahisa compañero íntimo y de banda de Yuya Tegoshi, odia a su novio, Ikuta Toma quien hace varios meses viven junto a su pareja.
Un accidente aéreo provoca un sinfin de hechos que desencadenarán el rápido cambio de la historia.
Capítulo 01:Introducción
30 de diciembre de 2010.
— ¡Quédate un rato más conmigo! —lo abrazó con fuerza, escondiendo su cabeza entre su cuello y hombro.
—Yuya, ya hablamos de esto —suspiró, acariciando su espalda sin ganas de separarse. Inhaló su aroma, para recordarlo por varios días. —Sólo es hasta año nuevo, Pi dijo que quería mi presencia con él en Los Ángeles, volveré el año que viene, lo prometo. —rió.
— ¡Toma! Es mucho tiempo que tengo que estar separado de vos. —suspiró —Hace tan sólo dos meses que blanqueamos todo y ahora, ¡ya te alejas de mí!
—Te amo —susurró, tomando su rostro entre sus manos.
Sus labios se unieron, sus caricias comenzaron a ser más intensas. Ninguno de los dos quería separarse del otro.
El sonido de una bocina, se escuchó en el interior del pequeño departamento. Toma fue quien inició aquella separación. Besó su frente, su nariz, ambas mejillas para terminar de sellar ese momento con un dulce beso sobre sus labios. Las ganas de llorar invadían a ambos cuerpos. Era la primera vez que se separaban por más de un día desde que vivían juntos.
—Te voy a extrañar —le sonrió acariciando suavemente su mejilla derecha.
—Llámame apenas llegues, y dile a Yamapi que voy a matarlo por separarte de mi lado —rió sin ganas, tomando la mano que descansaba sobre su mejilla para depositar un corto beso. —Te amo, precioso mío.
El morocho tomó su valija que descansaba al lado de la puerta. Sin mirarlo, sin querer volver a desear estar entre sus brazos, salió de aquel sitio. Un taxi lo esperaba para llevarlo al aeropuerto, donde partiría su vuelo privado hacia el continente americano. Entre suspiros, sin opción alguna, cerró sus ojos dejándose llevar, sintiendo cómo de a poco ya extrañaba a su pareja.
Golpeó la puerta.
— ¿Massu? —lo miró el dueño de casa sin entender a que se debía su presencia y más con una valija bastante grande, imposible de obviar a simple vista. —Hoy no hay ensayo ni sesión de fotos…
—Vine a quedarme aquí —los ojos del rubio se abrieron muy grandes por la sorpresa.
—Yo… No puedes quedarte —respiró hondo, apenado. —Vivo con Toma y lo sabes, además tiene celos de vos —rió por esto último.
—Lo sé, pero fue él quien me llamó hace un rato para que me quedase —le dedicó una sonrisa, entrando dentro de su departamento, dejando su equipaje en un rincón del amplio living para que no estorbara. —Me llamó y me dijo que pasara unos días con vos para que no estés solo en su ausencia —respiró hondo, echando su cuerpo sobre un gran sillón de tres cuerpos morado, que hacía juego con dos sillones más que se encontraban enfrentados al más grande. —Ahh… extrañaba dormir acá —rió.
—P-pero… —una pequeña lágrima cayó de sus ojos. — ¿Toma hizo eso por mí?
—Así parece…—lo miró, sin importarle qué pensaba en ese momento. — ¿Dónde duermo? ¿Acá, puede ser? —preguntó, cambiando radicalmente de tema.
—Si quieres… No sería muy bueno que durmieras conmigo.
—No te preocupes, con la panza llena soy todo un bebé para dormir —acotó el pelirrojo.
—Lo sé, no hace falta que me lo repitas
—Mejor así, voy a dormir un rato si no te importa.
El rubio sonrió ladeando su cabeza al ver a su compañero de banda, acomodándose sin ningún problema sobre el sillón, colocando ambas manos de bajo de su cabeza y usarlas de almohada. Yuya lo imitó, yendo a su cuarto, tratando de conciliar un poco el sueño, aunque eran casi medianoche no lo lograba. Hasta no recibir la llamada que tanto quería no iba a poder.
Un golpe repentino casi ensordecedor, comenzó a sentir sobre la puerta de su habitación.
— ¡Massu no hay comida! Ya casi son las dos de la mañana. Ve a dormir como un bebé —rió sin ganas.
— Por favor ven, mira lo que están pasando en la tele.
Su voz temblaba. Yuya lo corroboró al salir de su dormitorio y observar el cuerpo tembloroso de su compañero. Sin entender nada, se sentó en una de las sillas del comedor, mientras parpadeaba varias veces para fijar sus ojos enfrente de la pantalla de su televisor.
— ¿Qué quieres que mire Mas-? —sintió un nudo en la garganta que le prohibió terminar su pregunta y más aún tragar saliva. Sus ojos comenzaron a nublarse por la cantidad de gotas que se acumulaban en ellos. Se refregó quitándoselas bruscamente y volver a fijar su mirada en lo que veía.
—Lo siento…—apoyó su mano, acariciando su espalda.
Negó con la cabeza sin poder creerlo.
—N-no… no es posible… Toma dijo que me llamaría —giró su cuerpo y verlo fijamente a sus ojos.
—No hay rastros de su cuerpo, sólo encontraron su anillo de compromiso cerca de una pequeña isla que desemboca en el océano. Están buscándolo. Acabo de cortar con la compañía. —suspiró, abrazándolo con fuerza.
— ¡Dije que no está muerto! —rompió en llanto, correspondiendo a su cálido y fraternal abrazo, aferrándose con fuerza sobre su remera.
Una mezcla de sentimientos recorrían por su cuerpo. Yuya estaba en shock.
Massu sonrió apenas, sin soltarlo en ningún momento.
—Lo vamos a encontrar —lo tomó por los hombros clavando su mirada sobre la suya.
— ¡Es un idiota! ¡Le dije que se quedara conmigo! —exclamó, lleno de bronca, ira, desesperación, cayendo sobre el sillón, tapando sus ojos hinchados con sus manos.
—Cálmate, va a aparecer…. —se sentó a su lado. —Te lo prometo, Yuya. —agregó, llevando su cabeza contra su pecho y acariciarlo dulcemente.
La noche parecía larga.
Era larga.
Sin noticias de Toma y un Yuya desesperado.
Cayeron dormidos, abrazados en el sofá.
Massu despertó y besó la frente de su acompañante.
—Te quiero más que ese tonto…—susurró, sabiendo que el rubio estaba completamente en los brazos de Morfeo. Era débil al sueño. —Y voy a cumplir la promesa que le hice a Toma… Voy a cuidarte hasta que vuelva, si es que vuelve —rió bajito.
— ¡Quédate un rato más conmigo! —lo abrazó con fuerza, escondiendo su cabeza entre su cuello y hombro.
—Yuya, ya hablamos de esto —suspiró, acariciando su espalda sin ganas de separarse. Inhaló su aroma, para recordarlo por varios días. —Sólo es hasta año nuevo, Pi dijo que quería mi presencia con él en Los Ángeles, volveré el año que viene, lo prometo. —rió.
— ¡Toma! Es mucho tiempo que tengo que estar separado de vos. —suspiró —Hace tan sólo dos meses que blanqueamos todo y ahora, ¡ya te alejas de mí!
—Te amo —susurró, tomando su rostro entre sus manos.
Sus labios se unieron, sus caricias comenzaron a ser más intensas. Ninguno de los dos quería separarse del otro.
El sonido de una bocina, se escuchó en el interior del pequeño departamento. Toma fue quien inició aquella separación. Besó su frente, su nariz, ambas mejillas para terminar de sellar ese momento con un dulce beso sobre sus labios. Las ganas de llorar invadían a ambos cuerpos. Era la primera vez que se separaban por más de un día desde que vivían juntos.
—Te voy a extrañar —le sonrió acariciando suavemente su mejilla derecha.
—Llámame apenas llegues, y dile a Yamapi que voy a matarlo por separarte de mi lado —rió sin ganas, tomando la mano que descansaba sobre su mejilla para depositar un corto beso. —Te amo, precioso mío.
El morocho tomó su valija que descansaba al lado de la puerta. Sin mirarlo, sin querer volver a desear estar entre sus brazos, salió de aquel sitio. Un taxi lo esperaba para llevarlo al aeropuerto, donde partiría su vuelo privado hacia el continente americano. Entre suspiros, sin opción alguna, cerró sus ojos dejándose llevar, sintiendo cómo de a poco ya extrañaba a su pareja.
Golpeó la puerta.
— ¿Massu? —lo miró el dueño de casa sin entender a que se debía su presencia y más con una valija bastante grande, imposible de obviar a simple vista. —Hoy no hay ensayo ni sesión de fotos…
—Vine a quedarme aquí —los ojos del rubio se abrieron muy grandes por la sorpresa.
—Yo… No puedes quedarte —respiró hondo, apenado. —Vivo con Toma y lo sabes, además tiene celos de vos —rió por esto último.
—Lo sé, pero fue él quien me llamó hace un rato para que me quedase —le dedicó una sonrisa, entrando dentro de su departamento, dejando su equipaje en un rincón del amplio living para que no estorbara. —Me llamó y me dijo que pasara unos días con vos para que no estés solo en su ausencia —respiró hondo, echando su cuerpo sobre un gran sillón de tres cuerpos morado, que hacía juego con dos sillones más que se encontraban enfrentados al más grande. —Ahh… extrañaba dormir acá —rió.
—P-pero… —una pequeña lágrima cayó de sus ojos. — ¿Toma hizo eso por mí?
—Así parece…—lo miró, sin importarle qué pensaba en ese momento. — ¿Dónde duermo? ¿Acá, puede ser? —preguntó, cambiando radicalmente de tema.
—Si quieres… No sería muy bueno que durmieras conmigo.
—No te preocupes, con la panza llena soy todo un bebé para dormir —acotó el pelirrojo.
—Lo sé, no hace falta que me lo repitas
—Mejor así, voy a dormir un rato si no te importa.
El rubio sonrió ladeando su cabeza al ver a su compañero de banda, acomodándose sin ningún problema sobre el sillón, colocando ambas manos de bajo de su cabeza y usarlas de almohada. Yuya lo imitó, yendo a su cuarto, tratando de conciliar un poco el sueño, aunque eran casi medianoche no lo lograba. Hasta no recibir la llamada que tanto quería no iba a poder.
Un golpe repentino casi ensordecedor, comenzó a sentir sobre la puerta de su habitación.
— ¡Massu no hay comida! Ya casi son las dos de la mañana. Ve a dormir como un bebé —rió sin ganas.
— Por favor ven, mira lo que están pasando en la tele.
Su voz temblaba. Yuya lo corroboró al salir de su dormitorio y observar el cuerpo tembloroso de su compañero. Sin entender nada, se sentó en una de las sillas del comedor, mientras parpadeaba varias veces para fijar sus ojos enfrente de la pantalla de su televisor.
— ¿Qué quieres que mire Mas-? —sintió un nudo en la garganta que le prohibió terminar su pregunta y más aún tragar saliva. Sus ojos comenzaron a nublarse por la cantidad de gotas que se acumulaban en ellos. Se refregó quitándoselas bruscamente y volver a fijar su mirada en lo que veía.
—Lo siento…—apoyó su mano, acariciando su espalda.
Negó con la cabeza sin poder creerlo.
—N-no… no es posible… Toma dijo que me llamaría —giró su cuerpo y verlo fijamente a sus ojos.
—No hay rastros de su cuerpo, sólo encontraron su anillo de compromiso cerca de una pequeña isla que desemboca en el océano. Están buscándolo. Acabo de cortar con la compañía. —suspiró, abrazándolo con fuerza.
— ¡Dije que no está muerto! —rompió en llanto, correspondiendo a su cálido y fraternal abrazo, aferrándose con fuerza sobre su remera.
Una mezcla de sentimientos recorrían por su cuerpo. Yuya estaba en shock.
Massu sonrió apenas, sin soltarlo en ningún momento.
—Lo vamos a encontrar —lo tomó por los hombros clavando su mirada sobre la suya.
— ¡Es un idiota! ¡Le dije que se quedara conmigo! —exclamó, lleno de bronca, ira, desesperación, cayendo sobre el sillón, tapando sus ojos hinchados con sus manos.
—Cálmate, va a aparecer…. —se sentó a su lado. —Te lo prometo, Yuya. —agregó, llevando su cabeza contra su pecho y acariciarlo dulcemente.
La noche parecía larga.
Era larga.
Sin noticias de Toma y un Yuya desesperado.
Cayeron dormidos, abrazados en el sofá.
Massu despertó y besó la frente de su acompañante.
—Te quiero más que ese tonto…—susurró, sabiendo que el rubio estaba completamente en los brazos de Morfeo. Era débil al sueño. —Y voy a cumplir la promesa que le hice a Toma… Voy a cuidarte hasta que vuelva, si es que vuelve —rió bajito.
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