De compras
estuviera lista, me metieron en el coche y nos fuimos. En quince minutos estábamos en Yuni. Con mi bolso favorito colgado del cuello, eché un vistazo a la sección de ropa con mi hermana empujando la silla por detrás.
Todo me parecía interesante.
Había una falda muy bonita que yo quería comprar. Como siempre me estoy cayendo, llevar falda es malo para mis rodillas, por eso siempre llevo pantalones. Ponerme una falda era un sueño para mí. Reuní un poco de valor y señalé la falda.
Mi madre dijo: “Estaría bien que tuvieras una. Además, pronto hará buen tiempo”, y me compró la falda. Me sentí feliz. Si pudiera ponerme una blusa de encaje estampada de flores y la falda y poder caminar, me pregunto si los demás me dirían que soy mona. Aunque solo fuera una vez… me gustaría que me lo dijeran.
También compramos ropa interior, calcetines y toallas para mi nueva vida en el internado.
De repente, me puse triste. Dentro de unos días iré al internado y dejaré a mi familia. Me prometí a mí misma no llorar más, pero no puedo evitarlo. Sé fuerte. Sé una persona fuerte que pueda superarlo todo.
La silla de ruedas
seguir esforzándote en moverte por ti misma. No debes descuidar eso. ¿Te has estado ejercitando como debes?” Estaba encantada con la idea de poder moverme libremente. Mi mundo se había hecho más grande de repente. Siempre he querido moverme a mi antojo.
Hasta entonces, en las librerías siempre tenía que entregar una nota con el nombre del libro que quería y pedir que me lo trajeran. ¡Es fantástico poder coger los libros con mis propias manos! Es como un sueño.
¡Genial! Controlaré la silla de ruedas y saldré a dar una vuelta antes de entrar en el internado.
Dos trabajadores de un fabricante de coches me han entregado la silla de ruedas. He observado cómo la montaban. Las ruedas se mueven gracias a un motor. Tiene dos baterías instaladas una junto a la otra debajo del asiento.
“Aya, pruébala. Todo lo que tienes que hacer es coger esa palanca y moverla en la dirección que quieras ir”. Me he sentado en la silla. He movido la palanca ligeramente y la silla se ha movido hacia adelante lentamente. Solo hace un ruido suave cuando se mueve y gira. He estado practicando, pero después de un rato, he empezado a llorar. ¡Soy así y lo odio! “¿Qué ocurre?”, me ha preguntado mi madre.
“¡Me siento muy feliz de poder volver a moverme libremente después de tanto tiempo!”, he contestado. Aunque no he podido expresar mis complicados sentimientos muy bien. Pienso seguir practicando hasta que consiga ir sola a una librería. Cuando me he asomado por la ventana, estaba lloviendo.
Me he esforzado mucho, hasta he limpiado el suelo de la cocina y el baño.
Quiero emplear en algo mi energía. Mis estudios progresan poco a poco.
(Sonrío con regocijo cuando pienso que todavía tengo ánimos para estudiar).
Rika llama a la silla de ruedas, “la Silla” y mi padre la llama “el Coche”. ¡En japonés eso es kurumaisu, un coche-silla!
Todavía sigo recordando algo que ocurrió cuando estaba en el instituto. Rika quería jugar con las sillas de ruedas que había alineadas en el pasillo. Mamá le dijo: “No deberías jugar con las sillas de ruedas. Es un insulto para aquellos que solo pueden moverse cuando van montados en una”.
He leído acerca de los prisioneros de Auschwitz en el libro El hombre en busca de sentido. El libro es un relato de sus experiencias. De alguna forma, como persona discapacitada, empatizo con ellos. Mi experiencia se parece a la suya en el sentido de que ambos nos entumecemos gradualmente.
Amigos de los discapacitados
Me he pasado por casa de Jun. Es sorda, pero se comunica muy bien a través del lenguaje de signos. Sus expresiones faciales son encantadoras. He aprendido un poco de su lenguaje. Quiero aprender más y que seamos buenas amigas. La madre de Jun causa la misma impresión que mi madre.
Lo que he aprendido de mis amigos:
1. Si me muestro tímida porque soy discapacitada, ¡nunca podré cambiar!
2. En vez de buscar lo que has perdido, mejora lo que tienes.
3. No pienses que eres inteligente o solo conseguirás sentirte miserable
Cambio de colegio. La vida en el internado.
cómodo. “Todavía no vas a necesitar esto”, ha dicho, “así que lo colocaré en el estante de arriba. Pero esto te lo dejo al lado porque lo usas a menudo…” Las madres de los otros estudiantes también estaban ocupadas ordenándolo todo.
Nadie parecía interesado en mí. Y no sé si es bueno o malo…
“Deberías intentar olvidar el Instituto Higashi cuanto antes”, me ha dicho Suzuki-sensei, “y convertirte en alumna de Okayo (Instituto Okazaki para Discapacitados Físicos de la Prefectura de Aichi)”. Para “olvidarlo cuanto antes”, he guardado las insignias del Instituto Higashi y de mi clase en el fondo del cajón.
Cada vez me resulta más difícil mover las piernas. Agarrada como una desesperada al pasamanos en el pasillo, me digo a mí misma: “¡No tengas miedo, no tengas miedo!”. Las lágrimas acuden a mis ojos cuando tristemente pienso… “Quizás yo…”
Las palabras de B-sensei acuden a mí: “¡Las personas están diseñadas para caminar!”. ¡Estoy de acuerdo! ¡Yo me identifico! ¡Es como una declaración de guerra! “¡Subid al Monte Niitaka!”**
Me he caído de camino a clase y he empezado a llorar. A-sensei pasaba por mi lado y me ha preguntado: “¿Estás triste?”. “No estoy triste”, le he contestado, “solo decepcionada”. ¿Por qué las personas se mantienen de pie y caminan con dos piernas? Normalmente se da por sentado. El problema es cuando veo a mis amigos caminando animadamente en la distancia. Caminar es extraordinario…
Me alegro de haber venido aquí.
- Observo a los estudiantes jugando al baloncesto bajo mi ventana…
- Observo a los estudiantes practicando sumo con los profesores…
Pero acostumbrarse es diferente. A veces me siento como si estuviera en el limbo. Tengo que aceptar el hecho de que ya no soy alumna del Instituto Higashi. Pero todavía no me siento alumna de Okayo. Si alguien me preguntara a qué instituto voy, me pregunto qué le contestaría.
*Yuni es un centro comercial.
**Fue la señal para empezar el ataque a Pearl Harbor.
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