miércoles, 24 de noviembre de 2010

Diario de Aya - Parte IV [1/3] : "YA NO PUEDO CANTAR"

Ya no puedo cantar

Para mi cumpleaños, mis padres me han regalado cinco cuadernos y un juego de cartas. Ako me ha regalado un reloj de arena. Hiroki, un bolígrafo de cuatro colores. Me ha dicho que no debería llorar más ahora que tengo diecisiete años. Kentaro me ha regalado un libro titulado “Shiroi hito, Kiiroi hito” (Gente blanca, gente amarilla) de Shusaku Endo.
Mis deseos al cumplir los diecisiete Quiero ir a una librería y a una tienda de discos. Es difícil hasta en silla de ruedas. No puedo mover las manos como quisiera y a menudo cometo errores cuando la manejo. Si pudiera ir a una librería, compraría “Lo que el viento se llevó” y “Anya Koro” (Una noche oscura pasa) de Naoya Shiga.
Si pudiera ir a una tienda de discos, compraría un disco de Paul Mauriat.

Me he caído en el baño. Ya no puedo sostenerme de puntillas (quizá no pueda hacerlo nunca más) y me he caído de espaldas con un ruido sordo. No me he hecho daño pero me he asustado. Sí, tengo miedo.
Me pregunto si mi enfermedad podrá curarse de forma natural. Ahora tengo diecisiete años. Me pregunto cuántos años tendré que seguir luchando contra ella hasta que Dios me perdone… No puedo imaginarme a mí misma con la misma edad que mi madre (42). No podía imaginarme a mí misma pasando a segundo en el Instituto Higashi y ahora me temo que no llegaré a los 42. ¡Pero yo quiero seguir viva a esa edad!

Vuelta a casa

Estaba tan nerviosa por el hecho de que iba a volver a casa por las primeras vacaciones de verano que tengo en este internado, que no he podido dormir. Siento no haber podido entrar en el hospital otra vez porque no tengan una nueva medicina. Pero creo que la nueva medicina será una pastilla y no una inyección. Me dijeron que están haciendo un esfuerzo para producirla, así que todo lo que puedo hacer es esperar.
Justo antes de comer, un señor ha venido a casa.
“Soy de los Salones de bodas Heiankaku”, ha dicho. “¿Puedo hablar con tu madre?”
“Mis padres no están”, ha contestado mi hermano.
Cinco minutos después, hemos tenido otra visita, esta vez de una pequeña mujer de mediana edad.
“Soy de los Salones…” “Su compañero ha venido hace unos minutos”, he gritado desde arriba.
“¿Es tu abuela?”, ha preguntado la mujer.
Mi hermano, que estaba en la puerta, se ha echado a reír.
“Habla muy despacio”, ha dicho la mujer, “así que he supuesto que era…”.
¡Venga ya! ¿Soy una abuela de diecisiete años?
En la cena, mi hermana le ha contado la anécdota a mi madre. Me he sentido miserable. Me molesta tanto que me digan que tengo una discapacidad. Está claro que todavía no he admitido que soy discapacitada.
He ayudado a mi madre a preparar la cena.
Me ha dicho: “¿Puedes mezclar las cebolletas chinas y la carne para hacer gyoza*?
¡Puaj! ¿Hacer gyoza? Involuntariamente, he puesto mala cara. (Odio el gyoza).
Aun así, ha estado bien, porque el primer plato era chirashi zushi (un tipo de sushi con los ingredientes picados y diseminados por una base de arroz avinagrado…).
Mientras estaba rompiendo cuatro huevos y poniéndolos en la cacerola para hacer huevos revueltos, me he acordado de I-sensei. Cuando quería cocinar arroz por la mañana, se levantaba temprano y encendía la arrocera pero no usaba el temporizador. La admiraba porque no se fiaba de las máquinas. Un día que estábamos haciendo el desayuno en el campamento del colegio, se dio cuenta de que estaba tosiendo (me había atragantado con el té) y vino a darme golpecitos en la espalda. Era una profesora muy amable…
Cuando estaba enfriando el arroz para el sushi con un ventilador eléctrico, he puesto el bol entre mis piernas y tengo dos quemaduras de dos centímetros en ambos muslos. He pensado que su color ligeramente rojo era bastante bonito.
Los miembros de “Tanpopo no Kai” trabajan durante el día y se reúnen por las noches para sacar su revista, que se llama Chikasui (Agua Subterránea).
Cuando les llamé y les dije que iba a estar en casa por vacaciones, me invitaron a unirme a ellos.
“Mamá, ¿solo las chicas malas salen por las noches?”
“Bueno, supongo que está bien si son buena gente”, ha contestado. “¿Pero no es un poco peligroso salir si es de noche?”
A las 8, Yamaguchi-san ha venido a buscarme en coche.
Cuando salía, le he dicho a mi padre: “volveré pronto”.
Él estaba tumbado en el sofá en la habitación japonesa viendo la televisión. Se había tomado una cerveza en la cena y su cara estaba bastante roja. “Aya”, me ha contestado, “me preocupa bastante que salgas por las noches. Deberías salir solo de día”.
Me ha encantado oírle decir eso. En realidad, me ha sorprendido que me diera un consejo. Normalmente no suele interferir en la educación de sus hijos. Se da aires pero en realidad es muy tímido. Le prefiero cuando está un poco borracho en vez de cuando está sobrio.

Caídas

En el pasado, cuando quería darme prisa, podía. Ahora, aunque quiera, no puedo. Me temo que en el futuro habré perdido todo el sentido de la prisa.
Dios, ¿por qué me has dado esta carga? No, supongo que todo el mundo tiene algún tipo de carga. ¿Pero por qué solo yo me siento tan miserable? El modo en el que me he caído hoy ha sido realmente patético. Cuando tomo un baño, o mi madre o Ako me ayudan a desnudarme en la habitación que hay fuera del baño. Mientras, dejan que corra el agua caliente por el suelo para que se caliente. Después yo me arrastro por las baldosas hasta la bañera. Hoy, cuando intentaba agarrarme al borde de la bañera para sentarme a medias, me he caído de culo. He tenido mala suerte porque he caído encima de un recipiente para el jabón de plástico. Se ha roto en pedazos y algunos fragmentos se han clavado en mis nalgas. He gritado. “¿Qué ha pasado?”, ha gritado mi madre mientras corría hacia el baño.
Se ha sorprendido mucho al ver un río de sangre mezclado con el agua caliente.
Ha sostenido una toalla con fuerza en mis nalgas y después ha rociado con agua caliente las partes de mi cuerpo que todavía estaban secas. Después ella y Ako me han sostenido. Me han secado rápidamente y me han puesto el pijama.
Después mi madre ha cubierto con gasas todos los cortes. “Con estos cortes”, ha dicho, “creo que será mejor que vayamos al hospital”. Ha sido algo serio. Me han dado dos puntos en el hospital y no he vuelto a casa hasta las nueve.
Estoy muy cansada.
Ha sido un accidente repentino, pero me he dado cuenta de lo que ocurría. No había ningún motivo para que me tambaleara y cayera, ni para que mis manos resbalaran. ¿Por qué un nervio deja de funcionar momentáneamente? Siento lo que ha pasado por mi madre.
Mientras ella estaba ocupada colocando los diferentes tipos de medicinas para dividirlos en dosis, yo estaba tumbada en la cama. Tenía un ligero dolor de estómago. Sea cuál sea tu excusa, Aya, tu actitud no ha estado bien.
En parte porque me remordía la conciencia, me apetecía leer Okasan 2 (Madre 2), una colección de poemas de Hachiro Sato. Mi brazo se ha extendido hasta la estantería.

Haciéndome algunas preguntas

Las vacaciones de verano terminarán pronto. Lo único que he conseguido en estas vacaciones ha sido cuidar de los periquitos. Esperan en mi mano o en mis hombros hasta que la jaula está limpia. Les cambio el agua y la comida y luego les meto en la jaula de uno en uno. Son adorables. A veces me pican, pero no hacen daño. Estoy segura de que me dicen “gracias”, y por eso yo les digo: “De nada. Yo soy feliz si vosotros lo sois”. Todo el proceso me lleva una hora mientras les hablo. Sudo porque tengo que cerrar todas las ventanas para que no se escapen…
Auto Reflexión (Preguntas y Respuestas)
“Aya, ¿por qué no estudias más?”
“No lo sé”.
“¿No te sientes mal por tus padres que se esfuerzan tanto?”
“Sí, pero no puedo estudiar”
“Eres una niña mimada, ¿lo sabes? Echa un vistazo al mundo. Hay mucha gente ahí fuera que se está labrando un futuro por sí misma. De hecho, hace un año, tú estabas…”
“¡No digas más! Después de que Motoko-sensei me dijera que no todo en la vida son los estudios, empecé a perderme”.
Así que, después de todo, tengo que afrontar el fin de las vacaciones sin haber hecho nada. ¡Estoy preocupada por el siguiente trimestre!
Yo soy la más consciente de los cambios (a peor) de mi condición. Sin embargo, no sé si serán temporales o significan que voy empeorando poco a poco.
Le he explicado esos cambios a Yamamoto-sensei:
1. El movimiento de mis caderas es malo. Se sigue moviendo hacia adelante y hacia atrás hasta cierto punto, pero no se abre ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. (No puedo mover las piernas como un cangrejo). Como mi tendón de Aquiles está duro, interfiere con mis esfuerzos de mover las piernas hacia adelante.
2. Cada vez me resulta más difícil pronunciar las sílabas ba y ma del silabario kana.
Yamamoto-sensei me ha dado ánimos diciéndome que todo esto mejorará si practico. También me ha recetado unas pastillas blancas para relajar mis tendones.
Quería preguntarle la verdad sobre mi enfermedad pero tengo miedo de saber.
No tengo por qué saberlo. Estaré bien siempre que pueda vivir todo lo bien que pueda.
“Aya”, me ha dicho mi madre mientras volvíamos a casa en coche, “te cambiaste a Okayo porque no podías seguir en el Instituto Higashi. Eres un caso bastante serio incluso allí. Quizá sientas que en Okayo no te aceptan tampoco y por eso quizá tiembles de miedo. Pero no te preocupes. Has recibido el don de la vida. Y siempre tendrás un lugar al que ir. Si tienes que vivir en casa, reformaremos tu habitación para que sea bonita, cálida y con mucha luz”.
Creo que mi madre me estaba intentando animar porque estaba deprimida.
“No es eso, mamá, solo estoy pensando en cómo debería vivir. No estoy buscando un lugar cómodo en el que vivir”.
Eso es lo que he gritado en mi interior.
He ido al baño a lavarme la cara llena de lágrimas y me he mirado al espejo.
“¡Qué cara más inerte tengo!”
Recuerdo haberle dicho a mi hermana en algún momento que podía encontrar algo de encanto en mi cara aunque fuera fea. Pero no podría decir eso con la cara que tengo ahora. Las pocas expresiones faciales que me quedan son llorar, sonreír, una mirada seria y enfurruñada. No puedo mantener una expresión brillante y viva ni siquiera una hora.
Ya no puedo cantar. Los músculos de mi boca tienen un tic. Y como ya no tengo fuerza en los abdominales, solo puedo susurrar como un mosquito.
Llevo tomando una semana las pastillas blancas. Puedo caminar un poco más deprisa y me resulta más sencillo tragar la comida. La tensión en mi pierna derecha se ha relajado un poco. Sin embargo, sigo teniendo dificultades al mover las piernas y me siguen doliendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario